Historia Vi2

Los orígenes del cultivo de la viña menorquina remontan a la época del imperio romano y se mantuvieron incluso entre los musulmanes. Su período de esplendor llegó en el siglo XVIII cuando la población se casi duplicó en 1708 a partir de la conquista inglesa, entre la presencia de tropas británicas y las estancias frecuentes de los marineros de su armada británica, que estimularon su el crecimiento.

Con el cambio de siglo, la producción del vino de Menorca siguió aumentando llegando incluso a la exportación fuera de la isla, con una extensión cultivable de unas 1.500 hectáreas pero la llegada de enfermedades fúngicas como el oidio o la plaga de la filoxera, afectaron negativamente a la producción. Aún así, los ataques de la filoxera fueron más tardíos que en el resto de la península o Mallorca, lo que fue beneficioso para el desarrollo comercial del vino menorquín.

Nunca se dejó de cultivar aunque fuera por autoconsumo pero no fue hasta el año 1980 cuando se manifestaron varias iniciativas para recuperarlo, que culminaron a principios de los noventa con el establecimiento de la primera bodega moderna. Sin embargo, la reactivación más importante se produciría a partir del año 2000.

Los últimos datos publicados por el Instituto de Calidad Agroalimentaria del Gobierno de las Islas Baleares sobre producción del vino que se elabora bajo la indicación geográfica protegida vino de la tierra Isla de Menorca, hablan de una extensión de viñedos en Menorca al año 2018 de 78 hectáreas, de las que recibió 42 se dedican a producción. De esta forma, las nueve bodegas del sector vitivinícola pudieron producir 136.400 litros, que se transformaron en algo más de 200.000 botellas, la mayoría de vino blanco.

En cuanto a la comercialización, el 92% de la producción se vende íntegramente en Menorca y tan sólo un 8% sale de la isla. En perspectiva, hay que tener en cuenta que en los últimos tres años se han sembrado 35 hectáreas que todavía no han empezado a producir pero que lo harán próximamente.